martes

LLegando a Buenos Aires cargado de equipaje material, mental y sentimental.

Todo sucede de un momento a otro; uno está sentado y de pronto siente que todo cambió, que ya no se tiene el control de nada y que se va hacia un sitio nuevo, del cual se conocen pocas cosas. Todo pasa a ser como si se entrara a una dimensión desconocida, de la cual sólo conoces aquello que te llevo a emprender este viaje y las anécdotas y recomendaciones que te han dado todas las personas que ha venido alguna vez a Argentina.

El piloto avisa que estamos a punto de aterrizar en “Ezeiza”, y no sé si por la emoción o el shock que se vive antes del viaje, nunca se me ocurrió averiguar cómo se llamaba el aeropuerto donde uno llega, lo único que sabía era que mi destino era Buenos aires. Ahora me dicen que estoy llegando a este nombre que no entendí, ni como se pronunciaba y que jamás había oído en mi vida; no he alcanzado aun a asimilar el cambio que decidí hacer en mi vida, cuando aparece la segunda preocupación, y es que de entrada, ya me perdí en Argentina. Todo este gran problema que está creciendo en mi cabeza desaparece con sólo preguntarle a la persona que está mí lado, la cual muy amablemente me dice que este es el nombre del aeropuerto de Buenos Aires, y pienso: "Bueno, todo bajo control, Buenos aires ahí vamos!"

Empezamos a salir del avión y uno no sabe para donde coger ¡AUCH! “ verdad que en este país ‘coger’ tiene otra connotación, tengo que quitarme esa palabra de mi vocabulario”, entonces como no sé para donde tomar, si para la izquierda o la derecha, lo mejor es dejar que salga la gente y seguirlos. Así fue como llegue a un montón de ventanillas y de diferentes caminos para el ingreso a este país. Los letreros te guían y te dan instrucciones para facilitarte todo, aunque cuando te dan tantas opciones lo que hacen es enredarte; una fila si eres residentes, otra si tu país pertenece a MERCOSUR, que si no pertenece, que si eres extranjero y así mas que no recuerdo. Demasiadas opciones para asimilar en un momento como este: con tantas cosas en la cabeza, ahora tengo que lidiar con esta encrucijada, "¿será que estamos en MERCOSUR? o ¿será que nos aislaron? Es que uno ya no sabe con tantos acuerdos y desacuerdos", decido y me arriesgo por la opción más lógica, fila de extranjeros, la cual obviamente era la equivocada, porque sí estamos en MERCOSUR.

Finalmente, llego a recoger mis maletas y sobra decir, que preciso la maleta de uno es la última en salir. Ese momento es eterno, uno alcanza a pensar que se perdieron o que se extraviaron en la conexión. Ya tengo mi equipaje y voy con mis dos maletas que venían por carga, más el maletín de mano; más cargado imposible. Empiezan a aparecer los sitios de cambio de dólares a pesos argentinos y se activan inmediatamente en mi mente los consejos de amigos: primero, no cambiar plata ahí, sino salir y a mano derecha al fondo encontrar el banco de la nación, en el cual con el pasaporte me cambiarían dinero a una buena tasa y tendría mayor seguridad.

Sigo caminando con algo de duda y llego al sitio donde están los taxis y remises; segundo consejo tomar un remis y no dejarme cobrar más de 120 pesos argentinos, empiezo a preguntar en los diferentes cubículos y ninguno se ajusta a ese valor, sino que están por encima. Finalmente encuentro uno que tiene a 110 pesos, no sé que será un remis, ni en que me iré, pero bueno decido escoger esta opción.
Me llevan de esta empresa a tomar el vehículo que me asignaron y se ofrecen a ayudarme con las maletas, en esos momentos entre la desubicación de la llegada a un sitio nuevo, solo, más el peso de todo este equipaje, decido hacer caso omiso de las indicaciones de los papas , de las tías y los tíos de cuidado con los aeropuertos en todo el mundo y cuidado con las maletas que no las suelte, que se las roban a uno o le ponen algo en ellas; las suelto para que me ayuden pero con algo en claro, que van a la vista mía adelante y que para que si llegasen a salir corriendo con semejante peso primero los alcanzaba yo. Me llevaron a un carro normal con un conductor y entiendo que esto es un remis.

Inmediatamente aparece en mi mente el tercer consejo: cuidado cuando vaya a pagar porque los conductores son muy vivos con los extranjeros y hacen magia con los billetes y los cambian muy fácil; consejo de una amiga que le cambiaron billetes de 100 pesos argentinos por billetes de 10 pesos, según ella por el color tan similar, aunque al mirarlos bien si se diferencian; el truco es hacer un giro en la muñeca de la mano y cambiarlo por una denominación parecido o un color similar. Escojo bien el billete y cancelo.

Logré pasar los obstáculos de llegada, aunque a las semanas después sentiría que si no caí por un lado caí por otro, cuando se me olvido darle estas recomendaciones a mi amiga que llegaba días después y ella cayó en varias de estas trampas. Cambió plata adentro a una tasa medio mala, tomó un taxi y cuando fue a pagar, el conductor le dijo que no tenia cambio de un billete de cien pesos argentinos, algo muy común acá, entonces le dijo que tenía cambio de dólares y le aplico este truco pagando con un billete de 100 dólares a 10 dólares, y para mayor tristeza se lo hizo dos veces seguidas.

Voy en mi remis, son las 7:00 am, momento en el cual está amaneciendo para unos y se está acabando la fiesta y los sitios de música para otros; y es así como empiezo a entrar a una ciudad especial, llena de historias y nuevas experiencias, Buenos Aires, una ciudad con una arquitectura única, con una influencia completamente europea y con un cielo y un clima envidiable....